Navidad 2021

SANTA Y HUMANA NAVIDAD

Navidad en tiempos difíciles y creyentes intrépidos para recuperar al Niño Dios.

El día de Navidad nace la Luz que ilumina nuestra vida y nuestro caminar, “el pueblo que caminaba entre tinieblas vio una luz grande” (Isaías 9:1). El Señor de la Vida nos muestra su Rostro para que podamos mirarlo y quedar iluminados, como se dice en el salmo 34: 6, a través de Jesús descubrimos la vida del Espíritu. Y la Palabra se hizo carne, “y acampó entre nosotros” (Juan 1: 14).

Hoy necesitamos más que nunca esa Luz porque la oscuridad de estos tiempos del S XXI ensombrece los corazones y los pasos del hombre de hoy. Los apagones de luz obstaculizan ver el Rostro del Dios que vino y que viene. Un mundo atrapado por un desconcierto político que nos lleva a la ruina económica, moral y humana, con sus neurosis de poder y tener, con leyes provocativas que atentan a la gravedad de la vida, y a la dignidad de la persona, y a la realidad de hombre y mujer. Un mundo donde no hay lugar para Dios “vino a los suyos y no lo recibieron” (Juan 1: 11); “y a los que le recibieron y les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios” (Juan 1: 12). Estas palabras alentadoras y esperanzadas que escucharon los pastores eran de ”gran alegría para todo el pueblo” (Lucas 2: 10).

Son unos pobres pastores, los únicos que están despiertos para escuchar la noticia. Dios es gratuito y acogido más fácilmente por los sencillos. Tienen razón los místicos cuando nos dicen que para acoger a Dios son necesarios tres pasos: vaciarnos, despojarnos y volvernos pobres. Tenemos cada vez más cosas más cosas para disfrutar, pero no deberán ocupar ni desplazar el lugar que corresponde a Dios. ¿Qué puede haber de verdad en estas fiestas tan estropeadas por interese consumistas y nuestra mediocridad? Son muchas las personas que les da igual creer que no creer, que Dios haya muerto o que haya nacido. No parecen necesitar a Dios.

La Navidad es siempre para los creyentes una llamada para renacer a la alegría, la esperanza, la solidaridad, la fraternidad y la confianza total en el Padre. Una fiesta mucho más honda y gozosa que todos los artilugios de nuestra sociedad de consumo. Los creyentes tenemos que recuperar de nuevo el corazón de esta fiesta desde el silencio. Navidad como María, contemplar desde el silencio e misterio de Dios, Amor que nos convoca a cambiar, a vivir para los otros, a construir en el mundo de nuevo el sacramento de la presencia de Dios que nos contagia su aliento. Un Dios que llega a los hombres para hacerse hermano nuestro. Es Cristo que llega a la historia del hombre, de todo hombre, de cada hombre. Es Cristo que llega al pesebre de Belén y a cada pesebre, a cada corazón. Alegría de Navidad, sólo posible si el corazón se reconoce pobre pesebre y se dispone a recibir al Dios Amor. Que por encima de la noche de las dificultades, crispaciones, resentimientos, hostilidades, apatías, gran crisis religiosa, y atormentados por el desconcierto de esta pandemia en sus diferentes rasgos que nos llevan cambiar el paso hacia Dios, hacia nosotros mismos y hacia los demás. Emprendamos, como los magos, el largo viaje de las responsabilidades personales y colectivas, sin dejarnos anestesiar por esta realidad política tan nefasta, para anunciar con obras y palabras el evangelio de la verdad y de la esperanza, con la atención total al espíritu de Dios, que suscita palabras y acciones capaces de encender la luz de los corazones que encontramos en nuestro camino.

Deseo que estas fiestas de Navidad sean de nuevo un hoy gozoso y un profundo encuentro con Jesús en el Belén de nuestra vida, con el mismo talante, alegría y sencillez de los pastores (Lucas 2: 8-20). Un encuentro que nos exige romper, dejar, y separar miedos, dificultades, seguridades, egoísmos y apatías, y que nos comprometa a contar lo que hemos visto y oído. Vivir la Navidad es descubrir en la profunda noche, cuando reinaba la más completa oscuridad, que el Señor ha sonreído sobre la tierra y su sonrisa ha resonado en mil ecos de paz. Él se ha hecho compañero de nuestro andar entre tropiezos y dolor. La Navidad es luz para proyectar en nuestro corazón y transmitir a los demás una imagen nueva de Dios.

 

Que María, nuestra Madre, doctora de la fe, de la esperanza y del Amor, camine junto a nosotros y sea vínculo de comunión eclesial.

Navidad cristiana y humana, con mi afecto y bendición

Padre Rolando.