Parroquia San Sebastián de Garabandal

Queridos fieles y hermanos:

Impulsados por el Espíritu Santo, para enmarcar todo nuestro ser y existir de cada día en el amor trinitario del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, nos dejamos atrapar por la fuerza del Espíritu para roturar sendas nuevas de esperanza en un mundo enmarañado por las sombras de la indiferencia, del individualismo y de la globalización ( Hc 4, 20,22).

Siempre es Pentecostés en la Iglesia. Jesucristo resucitado presente continúa enviando el Espíritu Santo. Cada época y cada problema tiene la gracia del Espíritu que ayuda en la marcha hacia el más allá. A veces esta nueva gracia queda sin estrenar durante un tiempo hasta que surjan hombres y mujeres fieles a la misma. Y para que se den estos nuevos hombres y mujeres, se han de dar también las características del primer Pentecostés: los apóstoles en oración, en fraternidad y con María la madre de Jesús. Es una constante querida por el Señor.

Dios no regala la historia prefabricada, sino que el hombre la construye con la gracia de Dios. La oración de María, y su presencia, es una nota característica y fundamental del primer Pentecostés y de todo momento eclesial. El Espíritu Santo continúa haciendo a María, y a la Iglesia, Virgen y Madre. No se dan apóstoles ni Pentecostés sin María. La devoción y el amor mariano es garantía de sentido de Iglesia.

La persona se va haciendo humana y creyente cuando se abre a la acción del Espíritu que nos pone en armonía con nosotros mismos, nos conduce al encuentro con los otros en la verdad y la paz, y nos abre a la comunicación gozosa con Dios. El Espíritu nos da la audacia y coraje para caminar en pluralidad de senderos, pero siempre en contacto con la realidad humana e histórica, en el aquí y ahora de la vida, sin un ayer agobiante y sin un futuro ingenuo. Se abren nuevos caminos a la evangelización. Y el estrenar estos caminos necesita hombres nuevos curtidos en la esperanza, el optimismo y la audacia. No valen lamentaciones y añoranzas. Es hora de aunar esfuerzos. Ahora se necesitan más que nunca se necesitan cristianos, de profunda fe, de permanente oración, de generosa disponibilidad, de constante fraternidad y de perspectiva universal. Que Pentecostés sea la fiesta que abre nuestra conciencia a la responsabilidad de aportar lo mejor que cada uno tiene con talante fraterno y de paz (2 Cor 11-12).

Que María, Madre de la Iglesia, nos ayude a salir del cenáculo para hacer una Iglesia más de Jesús y menos nuestra. Que en este lugar, marcado por tantos acontecimientos, se viva la verdad, la profundidad y el compromiso de la fe que es hacer de este espacio un serio Pentecostés, marcado por los dones y carismas tan necesarios en este momento y en esta historia.