Queridos fieles y peregrinos:

Gozosa y renovadora Pascua 2022 bajo la mirada profunda de Dios Padre, el fuego del Espíritu Santo y la alegría de toda la Iglesia.

Pascua es una invitación a vivir en “estado de fiesta” aún en medio de los combates de la vida cotidiana. Cada Pascua es un reto a dar razón de nuestra esperanza al mundo presente (1 P 3-15). Esta esperanza tiene su nombre: Jesucristo y se funda en un hecho: su Resurrección.

Nosotros somos testigos de Cristo resucitado presente en el tiempo y la historia. Ahí está la razón de ser. Y de esta realidad, vivida de una manera totalizante, arranca la luz y la fuerza que evita las frustraciones, las añoranzas y lamentos. Si no se vive la presencia de Jesucristo resucitado, no se comprende nuestra llamada (como bautizados, sacerdotes, religiosos/as). La fuerza de la resurrección de Jesús, el envío del Espíritu Santo, transforma nuestra debilidad. El fruto de la muerte y resurrección de Jesucristo es comunicar el Espíritu para convertirnos en testigos. Un testigo se amasa con la fuerza del Espíritu y la conciencia de la propia debilidad. No se puede ser testigos a ratos. El carisma recibido atrapa totalmente la persona y colorea la vida para dejar entrever y transparentar al Resucitado. Pero no hay testificación de Jesucristo muerto y resucitado sino es en comunión eclesial (en Jerusalén). Jesucristo no se presta al juego de francotiradores, por geniales que sean. Somos testigos del Señor en tanto en cuanto no seamos portadores de nuestros propios intereses y egoísmos, de nuestros popularismos personales por ganar afecto y fama a costa de la gran verdad del Evangelio. Nuestra autenticidad e identidad se manifiestan con alegría y el gozo de ser lo que uno es desde la vida y la palabra: Testigo de Jesucristo resucitado que está presente y ha de venir.

Que la Virgen María regalo pascual a la Iglesia y al mundo, nos acompañe en nuestro peregrinar de esta Galilea a la nueva Jerusalén, proclamando con el corazón, los labios y la vida el sentido de la pascua: “Él es nuestra esperanza” (Col 1,27).

¡Feliz Pascua!

Padre Rolando